jueves, 13 de mayo de 2010

Gene shopping

Asumamos por un momento, en contra de lo que manifiesta Karl Grammer, que la conducta humana está orientada fundamentalmente a la búsqueda de la pareja correcta con fines reproductivos. Ahora bien, ¿cómo se produce esta búsqueda? Y, sobre todo, ¿en qué proporción la búsqueda de un compañero está relacionada con los antecedentes genéticos y en qué proporción responde a los hábitos o al entorno?
Los últimos estudios en el campo de la biología evolutiva parecen confirmar, en contra de la visión popular, el papel predominante de la mujer en la reproducción humana, y que son las mujeres las que inician el lance amoroso. José Ortega y Gasset ya lo dijo: “Nunca el amante busca sin haber sido previamente buscado por su amada”. A primera vista puede parecer que las hembras humanas buscan machos dominantes, que puedan traer recursos y les aporten seguridad física y material. Afirma Grammer: “Esto podría llevarnos a pensar que sólo los machos muy dominantes van a reproducirse, pero en realidad los otros también lo hacen y, lo que es más sorprendente, parece que los machos que no resultan tan atractivos para el sexo opuesto en realidad invierten más en su descendencia. Esto lo hemos visto en varios estudios”. La explicación a esto desde el punto de vista evolutivo, es que se trata de un macho seguro que ofrece garantías a la hembra de que va a invertir tiempo en la reproducción y, por tanto, no necesita ser tan atractivo.
Un biólogo de la evolución, el escocés Robín Baker, fue el primero en detectar un tipo de comportamiento muy peculiar en los rituales amorosos del ser humano: en determinadas fases del enamoramiento las mujeres se lanzan a la búsqueda de genes. Es lo que él denomina gene shopping o compra de genes. Se realizó un estudio en una empresa en la que trabajaban 8.000 mujeres y se descubrió que el índice de relaciones sexuales fuera de la pareja, sobre todo en el periodo de mayor fertilidad de la mujer, era muy elevado. “Las mujeres salen a buscar genes para reproducirse y después ocurre que, en muchos casos, su pareja no es el padre de su hijo”, nos explicó el profesor Grammer. “Sabemos que en Europa la seguridad en cuanto a la paternidad es de un 90 por ciento de media, pero esto varía según países y niveles sociales. Por ejemplo, si eres profesor universitario tienes un 99 por ciento de posibilidades de ser el padre de tus hijos y si eres suizo la probabilidad es incluso mayor”.

No sé a vosotros (dando por hecho de que alguien lea este articulo, xD), pero a mí estos datos me dejan perplejo, atónito, sin palabras… ¿Hay que deducir de ellos que la infidelidad dentro de la pareja desempeña un papel crucial en el ciclo reproductivo? ¿Para perpetuarnos como especie hemos de ser infieles?

sábado, 8 de mayo de 2010

Las Drogas del Amor


“El amor”, afirma Grammer, “es una construcción cognitiva de lo que sentimos físicamente y de lo que sucede en nuestro cerebro. Y sucede que en nuestro cerebro existen una serie de neurotransmisores que comunican las células nerviosas entre sí y que entran en juego cuando encontramos a alguien que encaja en nuestro patrón y nos enamoramos. Entonces liberamos neurotransmisores que son como anfetaminas naturales, lo que nos hace sentirnos muy excitados, y el cuerpo tiene que calmar este efecto activando otro neurotransmisor. Por este motivo las personas atravesamos ciclos altos y bajos. Cuando se está enamorado se esta eufórico y, al mismo tiempo, muy deprimido”. Un coctel de neurotransmisores explota en nuestro cerebro y en un principio nos produce gran excitación, la llamada euforia del enamoramiento, en la que experimentamos constante necesidad de estar en contacto físico con la persona amada. En ese momento una hormona llamada oxitocina, conocida como la hormona del amor. Después, esta euforia inicial se va extinguiendo y cede el paso a una nueva etapa de lazos afectivos, de amor. “Entonces es cuando el cerebro produce endorfinas, que son una especie de opio cerebral. Pero para producirlas se tiene que estar viendo a la persona amada, y si esa persona desaparece, el cerebro deja de producirlas. Por eso buscamos constantemente a esa persona, para verla todo el tiempo y poder obtener este opio del amor”.

En esta farmacología del amor que estamos enumerando, tenemos ya la oxitocina y las endorfinas. Pero después está la feniletilamina, curiosamente un compuesto orgánico que se encuentra en el chocolate (por eso se dice que la gente que tiene mal de amores necesita comer chocolate, una creencia que a juicio de los expertos tiene escasa base científica). En todo caso, durante el enamoramiento nuestro sistema nervioso libera también feniletilamina, una sustancia que sirve para cimentar los lazos afectivos. Ahora bien, parece que la libera únicamente durante 3 años. Transcurrido ese tiempo, tenemos que enamorarnos de nuevo, ya sea de la misma persona o de otra distinta.